martes, 11 de julio de 2023

Tres penas y un adiós.

Incondicionalmente, para bien o para mal [casi siempre, esto último] he sabido quien soy, quien fui... y últimamente hasta quien  quiero ser y que quiero ser mejor [vaya 《sorpresa》].



La verdad es que no me arrepentí de nada de lo que hice mientras lo hice, hasta que vi en retrospectiva que lo hice, como quien ve por el retrovisor, las penas que deja atrás para recién sentirse apenado. [¡Que bochorno Dios mío!].

Lo cierto, es que la primer pena que tengo y con la que cargo hoy, -en la noche de todas las penas-, es aquella de no haberla tenido cuando tuve que  tenerla que cargar cuando ya no es sino bulto en un equipaje prestado, una nada que ocupa espacio en la la maleta que llevo del viaje de ahora, lo irónico es que como ya pasó, me la jugo, porque no se puede dejar atrás [lo que ya está atrás] ahora que reconocí que, siempre sí, había un elefante escondido en la habitación [mención especial a quien se inventara tan futilmente útil analogía para describir lo que estaba, pero se fingía que no, honor a ti, alma atormentada].

La segunda pena que cargo, tiene que ver con la primera, y que aunque es una quimera del pasado distante, marca mi presente como una desagradable cicatriz en la cara, que te recuerda a todo momento que fuiste trueno y nada, cada acierto y error, cada conjunto de lagrimas y de risas, que el fuego sí quema y que detrás de todo carnaval hay un circo agonizando sin que este sepa de su condición de desahucio, es lo que tiene la vida de Rockstar [sin el dinero o bueno sin casi nada, salvo los excesos] que al final de cada concierto siempre quedan los oídos zumbando en el infinito silencio del after, siempre después de una fiesta, toca el día después... y a eso te enfrentas cuando pasa todo. Cuando se callaron las aguas y la tormenta cesó, a mi lo que me quedo, fue una bonita y horrenda cicatriz con su historia a regañadientes a veces y otras, tan claras como una vista al espejo, reconociendo que allí abajo de tanto, quedo ignorado, el niño que pudiste ser y el hombre en que te debiste convertir. 

Esto me lleva a la tercera y última pena y es que, como se carga y se reconoce [no se esconde] te marca y como te marca, te impacta, te afecta, te moldea [ojo Bane, que yo también me crié en las sombras, me falta tu veneno y 150 libras de masa muscular, pero esos son otros detalles] y luego... viene el trauma donde se acaba el jolgorio de esto que escribo y empieza la suma de todas las penas, justo cuando te das cuenta, que, quizá la carga que llevas sea demasiada para pretender compartirla, cuando la fobia de quien fuiste quiebra al valiente y con justificada razón, se va quien debió quedarse. 

Se quedan huérfanos los niños que nunca tuviste y te quedas con las manos llenas de  los rulos de aquella criatura que nunca consolaste de los truenos en una noche de agosto, te queda el silencio, del hogar que jamás existió pero del que te recordas hasta el olor a canela y algo dulce como chocolate amentado que impregna el ambiente. Te recordas de los recuerdos que nunca construiste y de los viajes a los que jamás llegaste.

Te quedan los "si's" atravesados que debieron ser y nunca pudiste preguntar, esa visión de blanco y de altar, que valía la pena soñar y que se disuelve entre las ganas de regresar y decirle a aquel adolescente, que no fuera al callejon miseria, donde solo la compañía de los malos consejos iba a encontrar y las ganas de perderte en la fortaleza de a quien no le podría dar más igual. Pero la verdad, es que, ya no te da igual, ya no podes regresar y el callejón miseria es un lugar que llevas entre los hombros, "a tuto". Una lección de vida, una lección de como no morir/sobrevivir y morir en vida.

La verdad es que, aunque duelen los besos que no fueron y esa promesa de un infinito mañana, existieron por un momento; por un momento YO fui un escritor, y TU, MI AMOR, FUISTE CADA PALABRA TIERNA DEL MUNDO. La canción que sonó en un loop eterno que dura apenas lo que dura un buen día de amor, ese ritmo norteño, que junto con tu cuerpito caribeño es ahora un eterno compendio rítmico taladrado a fuego y olvido. Una caricia y tu pelo soñado, conmigo perdido en esos ojos oscuros, viéndote sonreír por una vez, valen todas las eternidades que me he de perder sin ti, la gente busca vidas enteras esto, yo lo encontré y lo tuve un pedacito de eternidad. Es mucho más de lo que merecía. Gracias por eso.

Gracias por el adiós más desgarrador del mundo, porque, como dijo Winnie Pooh [Oso baboso] que es tan bueno tener algo a lo que cueste decirle adiós, porque significa que valía mucho, y esa casa... ese hogar que nunca llego, ese sueño que compartimos por una breve hora en la infinidad del tiempo. Valió la pena. ¡Tenía razón en algo!

La crueldad del tiempo, es que injustamente, ya va a amanecer(le) a la madrugada más madrugada de los lunes y martes y miércoles y todos los días feos de la semana y me voy a poner la cara limpia y me voy a decir a mi mismo "pa'lante que se puede" y voy a ser mejor, y voy a caminar y correr, volar y aterrizar... hasta que un día llegue a donde tenga que terminar el viaje.

Uno en el que me voy a reír y disfrutar, abrazar y enternecer y en el que por instantes voy a jurar que no tuve el adiós con tres penas, más difícil del mundo, todo en una noche de julio en la que el mundo se termino, pero no se acabó. 

Me parece tan injusto que voy a tener que ver mis manos sin las tuyas y olvidarme como olías, que voy a olvidarme por momentos, de que tu también me olvidas por momentos. Que la vida sigue , como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Me parece un engaño a nosotros mismos, el imaginar cuando veamos otros ojos que no sean los nuestros y toque sonreír; no me quiero ni imaginar, no pensar en los tuyos. Me parece absurdo que me voy a reír y olvidar que hoy, hoy yo me morí.

Y hasta voy a empezar a pensar en el día, en que, al ver para atrás, voy a ver que no veniste conmigo, y quizá, me cueste media fracción de segundo y una vida entera recordarme que no me olvide de ti (ni tu de mí) (por aquello de que duele mas lo pudo y no fue, los fantasmas de los amores pasados que dice la señora de Titanic)... Y entonces me voy a tener que poner a pensar, que quizá, en otro universo, en otra vida, si lo hiciste, si veniste conmigo y llegamos juntos al final de todo, conmigo diciéndote, "viste, te lo dije". Y cuando lo recordemos, y veamos que no fue, va a ser un gancho al hígado para todos los involucrados.

Le va a tocar a este pobre mundo, tener que terminarse por millonésima vez, otra vez, como siempre, una por cada vez que me recuerde de ti y de tus ojos achinados, la sonrisa más linda que vi y el mejor abrazo de la vida. 


Al final de todo, yo voy a sonreír y tu allá quizá también, mientras el mundo se termina y ¡vuelve a comenzar! Perdiendo otro poco de color (es lo que tiene el mundo cada vez que se termina, resulta algo menos colorido que el anterior), al final tu y yo, vamos sentir(nos) tan lejos como el pasado que nos condicionó, como cada gota de sangre que supuro por la herida que hoy, al fin, puede ser cicatriz. Dos líneas entrelazadas por un ínfimo segundo, en el interminable plano temporal.

Y tendre una epifanía de viejo, de esas que caen en los instantes lúcidos de la tercera edad, en la que aunque seguro vivimos cosas bonitas, otros abrazos, otros besos y un hogar que huele a chocolate con menta [ew], siempre va a quedar el "kuko", en ese el lugar donde toquemos cada quien nuestro cielo, del beso que nos falto, aquello que no se (nos) dió, el sueño que tuvimos y la vida que siempre... nos vamos a quedar a deber.


Adiós. [Como se despide quien no quiere irse, como se va quien espera que le griten "quédate"].







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