viernes, 14 de febrero de 2014

"Revolución"



"Revolución"… Pocas veces una palabra coge un sentido tan absoluto y relativo a la vez, para algunos un ideal, para otros una aberración acéfala de quienes giran en la anarquía social, la palabra se asocia a principios libertarios y dictadores por igual; lo cierto es que siempre estuvo aquí con sus fantasmas del pasado, sus ganas de futuro, sus verdaderos idealistas revolucionistas y aquellos “revolucionarios” de nombre.

Ayer Venezuela sangró sangre joven e idealista, la noticia inundo las redes sociales y colmó los noticieros con las posturas oficiales de políticos de gran nivel, señales de repudio y quienes manifestaron su apoyo; hay quienes visualizan su sacrificio como aquel de un mártir por la libertad, y quienes los ven como desestabilizadores al servicio del imperialismo, fascistas dirán muchos, aún desconociendo el significado textual de la palabra. Sea cuál sea tu postura, es aberrante.

Es aberrante, sí una y mil veces aberrante como se puede tan desvergonzadamente observar a los ideales más nobles ser teñidos de política, todo con tal de lograr un objetivo, aún a costa de desgarrar el tejido social y abrir una brecha tan profunda que se necesitará más que un dialogo para reconciliar a los hermanos que ahora se ven con desconfianza mutua; más aberrante aún es reconocer que se trata de prácticamente un requisito. Y es que por lo general las revoluciones terminan asesinando a sus verdaderos líderes en cuanto se les pueda exprimir cada gota de idealismo útil, cada discurso conmovedor, cada imagen que luego pueda ser transformada en serigrafía popular, en iconografía de las masas para luego cercenar la historia y mutilar la “revolución” a conveniencia de quien tenga la mentalidad mas negra y la mano mas dura. Como un macabro experimento social de laboratorio se puede observar luego a la masa social enfrascada en su necesidad de ser dirigida, aceptar prácticamente cualquier líder que ofrezca un cambio abrupto y cuenta con una oratoria destacada, más si este viene acompañado de la promesa de poco trabajo y beneficios sociales adornándolos con nombres fantásticos que hagan alusión a la libertad y autodeterminación de un pueblo, aunque claro está, luego la historia repita la sinfonía trágica del “pobre pueblo engañado y sufrido”. 

Es aberrante creer que se denomina "revolucionario" a cualquiera que vista una estrella roja, o porque habla de masas e igualdad, que llena sus discursos con frases en defensa del proletariado y acto seguido mutilan a sus trabajadores quitándoles hasta el más elemental de sus derechos, la huelga; es aberrante que podamos ser tan facilmente engañados y que haya inescrupulosos que jueguen con las masas, los sueños de la gente, que le vendan el futuro a los padres a sabiendas que no hay nada más allá, prometiéndoles autodeterminación en un régimen dictatorial, hablando de soberanía cuando sus pueblos no pueden ni disponer de sus propias vidas, ofreciendo libertad cuando luego no existe ni la libertad de expresión.

Hablan de revolución y luego le temen al cambio como a un desastre natural, como al peor de los cánceres sociales, como a una enfermedad incurable. Sus mentes rápidamente se enferman de paranoia y se enfrazcan en totalitarismos, sin entender que una revolución verdadera no puede ser simplemente derrocada, no puede destruirse con quitar al gobernante pues habita en la gente... Una revolución no responde a estándares políticos ni sistemas totalitarios, no depende de un régimen pues deja un legado mucho más grande en la consciencia que un nombre, deja una marca indeleble en las masas y responde únicamente ante ideales nobles como mejorar la calidad de vida de los seres humanos, de igualdad y libertad.

El mayor error de quienes esgrimen falsamente las mal llamadas "revoluciones" para legitimar su estancia en el poder es el cercenar la naturaleza humana y pretender estatizar el avance, su deseo de superación y todo destello de inventivo colectivo con tal de perpetuar sus ideas y a ellos mismos en el poder, queriendo destruir el ingenio para prevenir que surgan soluciones y dejen en evidencia lo obsoleto del totalitarismo que ejercen, pretenden frenar la  mismisíma evolución humana, condenándo al tejido social a ser homogéneo, etéreo y creer que así ha de funcionar, eso es… a lo que se han reducido las mal llamadas “Revoluciones” un líder despótico, represión, nacionalización, aislamiento en sus diferentes grados solo para luego caer en cuenta, como Cuba, que las reformas, los cambios son necesarios para un sano desarrollo no solo personal si no social.




No se menciona ya, que las verdaderas revoluciones no habitan en el celoso seno de la izquierda y sus paranoias o en las liberales derechas y sus mil y un apologistas, no esta en los vanguardistas o liberales, habita en la gente, en el alma y la voz de cualquiera que se atreva a levantar un grito de libertad genuina en contra de la tiranía y las injusticias en cualquier nivel y contra cualquier sistema, habita en el idealista que cree y trabaja por una realidad diferente, en aquel cuya consciencia superior le previene de la frialdad del consumismo, en el que siente un nudo en la garganta cuando otro sufre, en aquel que carga a un compañero moribundo, en el que es capaz de escuchar a quien no tiene sus mismas ideas y respetarlas e incluso velar por su libertad a manifestarlas, en quien aprende de lo que lo rodea, en todo quien busca hacer de este mundo un mundo mejor, al final del día ¿Qué clase de hombres seriamos si no tratamos de hacer de este un mundo mejor? ¿Qué más tiene que esperar el mundo a que te decidas ser la mejor versión de ti?
La verdadera revolución, no se esconde en la Habana, ni en Washington, ni en los rincones de Moscú, no esta en un libro de un tipo sea quien sea o en un estudioso ensayo… empieza en ti, y tus ganas de contagiar al mundo en el simple hecho de ser mejor.



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